LECTURAS RECOMENDADAS

 Autor: Doxiadis Apostolos
Editorial: Ediciones BAño de edición: 2000 Páginas: 168ISBN:9788440698773

    • ¿ Qué relación tiene la Geometría y el amor?

    En este cuento."The Dot and the Line: A Romance in Lower Mathematics "

    Su autor ( Norton Juster , 1963 ) nos  lo desvela:

    Una línea recta bastante cuerda, está locamente enamorada de un redondo y perfecto punto. El problema- siempre lo hay en temas de enamoramiento- es que el punto, a su vez, está prendado de una alocada y desordenada curva, que a sus ojos parecía libre, fresca, original y atrevida. 

    Los amores de la recta por el punto, éste la desprecia porque es tiesa como un palo: aburrida, convencional y frustrada. Pasiva, tímida y amargada. Oprimida, reprimida y reseca… La recta no se da por vencida y aprende a ser libre, a doblarse y construir figuras  y muestra  al punto que puede ser misteriosa, inteligente, atractiva, profunda, compleja, culta, elocuente, enigmática, seductora… El punto se enamora de la recta para siempre.



    “Eres el principio y el fin, el corazón, el núcleo y la quintaesencia”,
    la decía con ternura. Pero el frívolo punto no estaba lo más mínimamente
    interesada, puesto que sólo tenía ojos para un alocado y descuidado garabato
    que nunca tuvo nada en la cabeza. Iban juntos a todas partes, cantando,
    bailando, retozando, holgazaneando, y haciendo quien sabe que otras cosas.

    “Es tan alegre, libre, desinhibido, lleno de diversión”, le decía
    rencorosamente (el punto a la recta sobre el garabato), “y tú eres
    tieso como un palo, aburrido, convencional, depresivo, frustrante,
    rígido, pasivo y amargado”.

    “¿Por qué arriesgarme?”, se decía la recta sin demasiada convicción.
    “Soy fiable, firme, consistente. Sé donde voy. ¡Tengo dignidad!”.
    Pero todo esto era un mínimo consuelo para la desdichada recta. Cada
    día su carácter se agriaba, dejó de comer y de dormir y poco a poco
    se iba marginando.

    Sus preocupados amigos notaban lo delgado y abatido que estaba, e
    hicieron todo lo posible por levantarle el ánimo. “Ella no es lo bastante
    buena para ti”, “Le falta profundidad”, “Les da todo igual. ¿Por qué no
    uscas una buena línea recta y os establecéis?”

    Pero apenas escuchaba lo que le decían ya que en cualquier caso cada vez
    que la miraba le parecía perfecta. Veía cosas en ella que nadie podría
    imaginar. “Es más hermosa que cualquier línea recta que haya conocido nunca”,
    se decía entre suspiros.

    Y así pasaba el tiempo, soñando con el voluble punto e imaginándose a
    si mismo como la encarnación de todo lo que ella admiraba: la recta como
    un famoso equilibrista, como líder en asuntos mundiales, como audaz
    agente que hace cumplir la ley, como poderosa fuerza en el mundo del
    Arte o como deportista internacional.

    Pero pronto se decepcionó consigo mismo y llegó a la conclusión de que
    quizá el garabato tuviera la respuesta después de todo. “Me falta
    espontaneidad, debo aprender a dejarme ir, a ser libre, a responder
    a un encuentro apasionado”. Pero no encontraba diferencia alguna puesto
    que no importaba cuanto o cómo lo intentara: siempre acababa con el mismo
    resultado. Siguió intentándolo y fallando, hasta que, a punto de darse por
    vencido, descubrió finalmente que con una gran concentración y autocontrol,
    era capaz de cambiar de dirección y doblarse hacia donde quisiera.

    Así lo hizo, y consiguió.., un ángulo. Y después otro, y otro, y otro.
    “¡Qué maravilla!”, gritó. Impresionado por sus esfuerzos y con un salvaje
    brote de entusiasmo, se levantó en mitad de la noche describiendo un amplio
    catálogo de lados, dobleces y ángulos. “La libertad no es una licencia para
    el caos”, razonó a la mañana siguiente. “Qué cabeza!”. Y allí mismo decidió
    no malgastar sus talentos en exhibicionismos baratos.

    Érase una vez una sensata línea recta desesperadamente enamorada de un punto.

    “Eres el principio y el fin, el corazón, el núcleo y la quintaesencia”,

    la decía con ternura. Pero el frívolo punto no estaba lo más mínimamente
    interesada, puesto que sólo tenía ojos para un alocado y descuidado garabato
    que nunca tuvo nada en la cabeza. Iban juntos a todas partes, cantando,
    bailando, retozando, holgazaneando, y haciendo quien sabe que otras cosas.

    “Es tan alegre, libre, desinhibido, lleno de diversión”, le decía

    rencorosamente (el punto a la recta sobre el garabato), “y tú eres
    tieso como un palo, aburrido, convencional, depresivo, frustrante,
    rígido, pasivo y amargado”.

    “¿Por qué arriesgarme?”, se decía la recta sin demasiada convicción.

    “Soy fiable, firme, consistente. Sé donde voy. ¡Tengo dignidad!”.
    Pero todo esto era un mínimo consuelo para la desdichada recta. Cada
    día su carácter se agriaba, dejó de comer y de dormir y poco a poco
    se iba marginando.

    Sus preocupados amigos notaban lo delgado y abatido que estaba, e

    hicieron todo lo posible por levantarle el ánimo. “Ella no es lo bastante
    buena para ti”, “Le falta profundidad”, “Les da todo igual. ¿Por qué no
    uscas una buena línea recta y os establecéis?”

    Pero apenas escuchaba lo que le decían ya que en cualquier caso cada vez

    que la miraba le parecía perfecta. Veía cosas en ella que nadie podría
    imaginar. “Es más hermosa que cualquier línea recta que haya conocido nunca”,
    se decía entre suspiros.

    Y así pasaba el tiempo, soñando con el voluble punto e imaginándose a

    si mismo como la encarnación de todo lo que ella admiraba: la recta como
    un famoso equilibrista, como líder en asuntos mundiales, como audaz
    agente que hace cumplir la ley, como poderosa fuerza en el mundo del
    Arte o como deportista internacional.

    Pero pronto se decepcionó consigo mismo y llegó a la conclusión de que

    quizá el garabato tuviera la respuesta después de todo. “Me falta
    espontaneidad, debo aprender a dejarme ir, a ser libre, a responder
    a un encuentro apasionado”. Pero no encontraba diferencia alguna puesto
    que no importaba cuanto o cómo lo intentara: siempre acababa con el mismo
    resultado. Siguió intentándolo y fallando, hasta que, a punto de darse por
    vencido, descubrió finalmente que con una gran concentración y autocontrol,
    era capaz de cambiar de dirección y doblarse hacia donde quisiera.

    Así lo hizo, y consiguió.., un ángulo. Y después otro, y otro, y otro.

    “¡Qué maravilla!”, gritó. Impresionado por sus esfuerzos y con un salvaje
    brote de entusiasmo, se levantó en mitad de la noche describiendo un amplio
    catálogo de lados, dobleces y ángulos. “La libertad no es una licencia para
    el caos”, razonó a la mañana siguiente. “Qué cabeza!”. Y allí mismo decidió
    no malgastar sus talentos en exhibicionismos baratos.

    Durante meses practicó en secreto. Pronto fue capaz de hacer cuadrados y
    triángulos, hexágonos, paralelogramos, romboides, poliedros, trapezoides,
    paralelepípedos, decágonos, tetragramas y un número infinito de formas tan
    complejas que tuvo que dar nombre a los lados y los ángulos para reconocerse.

    Al poco, aprendió a controlar cuidadosamente elipses, círculos y curvas
    complejas y expresarse en cualquier forma que deseara. “Nómbrala, y yo
    la haré”. Pero todos sus éxitos sólo los conocía él, así que fue a ver
    al punto una vez más.

    “No tienes la menor oportunidad”, oyó al garabato con una voz que sonaba
    a cañería mal ajustada. Pero la recta, que desbordaba sincero amor y
    renovada confianza no estaba dispuesta a ser ninguneada ya que se sentía
    deslumbrante, inteligente, misterioso, versátil, culto, elocuente, profundo,
    enigmático, complejo y seductor.

    El punto estaba impresionada, balbuceaba como una colegiala y no sabía que
    hacer con sus manos. Se volvió entonces al garabato que estaba amargamente
    rabioso. “¿Y bien?”, preguntó el punto dándole una última oportunidad. El
    garabato, cogido por sorpresa, hizo lo mejor que pudo. “¿Eso es todo?”,
    preguntó el punto. “Me temo que sí”, respondió el desdichado garabato, “lo
    que quiero decir es que nunca sé que va a resultar. Oye, ¿Sabes ese sobre
    dos tipos que …?”

    El punto se preguntaba cómo no se había dado cuenta de lo melenudo y basto
    que resultaba, desordenado y sin gracia, como mal pronunciaba su ele
    (se refiere a la letra “l” de squiggle, garabato) y se rascaba la oreja. Se dio
    cuenta de que lo que ella pensaba que era libertad y diversión no era
    otra cosa que anarquía e indolencia. “Eres un tan falto de sentido como
    un melón”, le dijo fríamente. “Indisciplinado, descuidado e inmanejable,
    insignificante, indeterminado y negligente, fuera de forma, fuera de orden,
    fuera de lugar y sin suerte”.

    Se volvió entonces a la recta y sigilosamente le besó. “Vuelve a hacer esas
    entretenidas curvas querido”, le arrulló dulcemente. Y así lo hizo y pronto
    lo hicieron juntos, y vivieron, si no felizmente para siempre, al menos razonablemente..

     

    En 1965 el dibujante y director de cine Chuck Jones realizó un largometraje sobre dicho libro con el que consiguió  un Óscar al mejor corto de animación.

    ( La versión original de este video es en inglés. Cabe aclarar que dot = punto, es femenino, es decir la mujer; y line = línea, es el hombre.La traducción invierte los sexos, porque para nosotros el punto es masculino, y la línea es femenino.Así se entiende este cambio de sexo).
     

    El video termina con la frase to the vector belong the spoils que traducen  como las ganancias son del vector.Esta frase en inglés es una variante de to the victor belong the spoil, haciendo un juego de palabras y adaptándolo a un contexto matemático.
    La frase original hace referencia que al que gana una batalla se lleva el botín de guerra.


    Lectura y video motivador que nos puede hacer reflexionar con los alumnos sobre la capacidad de superación a través de ¿ por qué no? el estudio de las Matemáticas.
    También puede inducir a que escriban otros cuentos que reflejen sus inquietudes de la adolescencia a través de un lenguaje matemático.

    Descubriendo a Emmy Noether de la mano de Eduardo Sáenz de Cabezón.

                    Verano, es tiempo de aprender, y para ello hay que leer; empiezo un libro : "El árbol de Emmy. Emmy Noether, la mayor ...